sábado, 15 de noviembre de 2008

LA HORCA INSULAR



No hay pero ciego que el que no quiere ver, y la política canaria sigue empeñada en el modelo de desarrollo suicida en el que nos han mantenido y, como quien no sabe hacer otra cosa, se empeñan en continuar por el mismo camino. Quizás porque en él les ha ido bastante bien.

Lo que nos ha enseñado la presente crisis económica del mundo rico, es que al final, el sentido común es el mejor de los sentidos, y que los grandes gurús de la economía eran los equivocados, que esta situación era previsible sólo con pararse a pensar un poco. No hay más madera que la que arde y vivimos en un mundo finito, por lo que el crecimiento económico no puede ser ilimitado, así como los recursos que lo hacen posible. Si esto lo disfrazamos con artificios financieros, la crisis estaba servida.

En el caso canario, esta situación era más previsible aún, e incluso inevitable sin necesidad del acompañamiento de la crisis internacional que no hace sino disfrazar lo particular de la canaria, que no deja de ser por otra parte un modelo a escala del mundial, pero con agravantes con respecto a otros lugares.

La política canaria se ha basado en el pan para hoy y hambre para mañana, consumiendo suelo a ritmos enfermizos y destruyendo la única gallina de los huevos de oro con que contábamos, el turismo, una vez que habían prácticamente desaparecido el campo canario. La situación rallaba lo esquizofrénico, construyendo infinitud de hoteles supuestamente para que vinieran más turistas, a la vez que estos iban desertando y bajando su nivel de gasto por no tener ningún paisaje que apreciar.

En plena crisis, pretenden responder con más de lo mismo, en parte porque no saben hacer otra cosa, y en parte, porque les ha ido bastante bien con la política de los balonazos. Y el único problema no es la corrupción, sino que además de ella, no han sido capaces de marcar goles que no sólo los beneficiaran a ellos, sino que a la vez hubiesen permitido un desarrollo sostenible para estas islas, no sólo entendido desde un punto de vista ecologista, sino también desde el de la supervivencia económica en el tiempo. Por lo tanto, no sólo han llevado a cabo una política futbolera de domingueros acostumbrados a los balonazos sin control, sino, que además han carecido de toda imaginación para compatibilizar los tiros a puerta con el desarrollo de un buen partido y se han mostrado incapaces de beneficiar a todos los asistentes al mismo, pues a estos únicamente los han considerado tontos útiles y convidados de piedra al festín, a los que si acaso, les han repartido las migajas en forma de míseros bocadillos de mortadela, convirtiéndolos en periodistas o supuestos líderes sociales de toda índole sobrecogedora.

Y después de haber hecho obras como el enlace entre la autopista del norte y la del sur, que más parecen haber respondido a los intereses propios de centros comerciales, haber construido un tercer carril en la autopista del sur, haber construido una gran rotonda de acceso a La Laguna con la que falsamente nos prometían liberar a la autopista de atascos, ahora, amenazan con terminar de ahorcar a esta isla no con un esperpéntico anillo insular, sino con una horca propiamente dicha, que trata ahogar a esta isla para siempre, sin vuelta atrás en un camino sin retorno en el que lo acompañan el tercer carril previsto para la autopista del norte y la especulativa vía exterior.

Encima, previo al anuncio de la ampliación del tercer carril de la autopista del norte como un mal inevitable cual castigo divino, nos dan una muestra más de su cinismo esquizofrénico al anunciar el potenciamiento por parte del Cabildo del siempre maltratado transporte colectivo como única solución a los problemas de tráfico. O sea, que hablan de la guagua como única solución y entienden que la mejor medida es continuar haciendo más carriles de autopista para estrangular a una isla que se siente ya acogotada sin remedio.

Vamos, que nos llevan al patíbulo y encima pretenden que vayamos con alegría y como si fuese la única y falsa solución a todos los males, y de paso, continuar ordeñando hasta la última gota de una vaca seca ya que tan buena leche les ha dado.

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